Manuel Bustos | 17 de junio de 2021
El filósofo Francisco José Soler Gil, especializado en los temas fronterizos entre la fe y la ciencia, nos presenta en Al fin y al cabo una reflexión meditada y sincera sobre la parca.
A pesar de su radical importancia, suele darnos reparo tratar el tema de la muerte. Su inexorabilidad no basta para animar a la reflexión, al menos pública y abiertamente. Sin embargo, ¿quién no ha pensado en ella en algunos momentos de su vida? Imaginando la propia o al socaire de la muerte de alguien próximo a nosotros, de algún ser querido.
Al fin y al cabo
Francisco José Soler Gil
Ediciones Encuentro
228 págs.
19,50€
Esto es, precisamente, lo que ha decidido a Francisco José Soler Gil a escribir un libro, de título Reflexiones en la muerte de un amigo (Ediciones Encuentro, 2021), sobre tan delicado como ineludible asunto. Filósofo, especializado en los temas fronterizos entre la fe y la ciencia, nos presenta en esta obra una reflexión meditada y sincera sobre la parca. El fallecimiento no hace todavía mucho del también filósofo y, además, amigo, Francisco Javier Hernández-Pacheco, tras haber sido contagiado por la COVID, ha sido el detonante que ha llevado a nuestro autor a afrontar el reto, animando con ello una reflexión que se torna aún más indispensable para quien, como él, cultiva la Filosofía.
De esta forma, lo que debiera ser objeto de consideración para cualquiera de nosotros se torna en él casi una necesidad, aunque, por edad, todavía se halle lejos de la vejez, ese período de la vida en que la muerte se convierte en algo más que una posibilidad remota. Al final ya casi del libro, Francisco José nos desvela su propósito al escribirlo, así como su deseo de proyectar hacia fuera de sí mismo su contenido: «Espero que sirva al menos como testimonio de que he tratado de ser completamente franco (…). De abrir mi pensamiento de par en par a cualquiera que quisiera inspeccionarlo, siguiendo el análisis que aquí he ofrecido».
De manera sintética, Soler aborda el tema de la muerte y su entorno desde varias perspectivas. En la primera parte, se ocupa de resumir nuestros conocimientos actuales sobre la misma, tanto desde el punto de vista científico como sociológico (la ruptura de proyectos y de relaciones personales). En la segunda, lo focaliza sobre las reacciones ante la muerte a nivel social (su vínculo con las diferentes culturas humanas) y personal, desde la simple despreocupación hasta la resistencia y la preparación, pasando por el carpe diem, el vivir retando al peligro o como momento culmen de un proyecto de vida. A continuación, el autor desgrana lo que él llama conjeturas alrededor del binomio mente-materia. Pone de manifiesto a su luz la debilidad de ciertas respuestas sobre la caducidad de la vida, en particular las que promueven el transhumanismo y el materialismo.
Pero, siendo todo ello sin duda fundamental y estando expuesto de una manera bien articulada, para mí han sido sin duda las partes últimas las que me han parecido más sugerentes y sustanciosas. Francisco Soler desmonta en ellas, con una prudencia y honestidad exquisitas, las mismas que dan tono a toda su obra, la crítica de los llamados filósofos de la sospecha con respecto a los planteamientos religiosos o espiritualistas, a los que acusa de incoherencia, considerando a la vez los puntos débiles de dichas propuestas. Sobre todo, manifiesta la contradicción de estos pensadores que desprecian a la postre la comprensión racional de las posiciones de sus oponentes y dan por verdaderas las suyas, que autoproclaman científicas, sin preocuparse de justificarlas ni demostrarlas racionalmente. Soler cita al respecto los ejemplos de conspicuos ateos como Russel, Freud y, entre nosotros, Savater.
El tema de la muerte nos lleva en última instancia, según considera acertadamente nuestro autor, a tocar el asunto de la existencia o inexistencia de Dios. Razona sobre la autonomía de la mente con respecto al componente material del hombre, el mismo que vemos inerte y más tarde disgregarse ante nuestros ojos. Y, tras mostrar diferentes pruebas, concluye afirmando que todo lo expuesto sobre la vida, las leyes que la rigen y el final de la misma se entiende mejor cuando lo apoyamos en la existencia de Dios.
Como remate de su recorrido en torno a la muerte, Soler concluye en el último capítulo explicando razonadamente su propia posición personal a partir de sus estudios, numerosos y sustanciosos, a los cuales remite, y de sus propias experiencias. Y es aquí cuando, con la misma prudencia y honestidad que preside toda su obra, justifica y expresa con nitidez ser la posición cristiana la que le parece más convincente que las demás.
En definitiva, se trata de un buen libro, honesto y bien argumentado, recomendable para todo tipo de personas, creyentes o no, que deseen acercarse a un tema clave de la vida humana, de sus propias vidas, ayudados por esta guía, muy completa y bien argumentada, que nos ofrece Francisco José Soler en su obra.
La muerte ha sido expulsada de nuestros hogares. Se la ha sacado a rastras para encerrarla en edificios con profesionales y máquinas.
«En España no existe un peligro para la libertad de expresión, pero el Gobierno está abusando de la propaganda», reconoce el veterano periodista.